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sábado, 5 de julio de 2014

ZIPAR Y LARREA

En plenas Encartaciones de Vizcaya, separando el valle de Galdames al norte, y el del Kadagua al sur, se extiende un pequeño macizo biene visible desde ambos valles e inconfundible por las antenas que existen en una de sus cimas más altas el Zipar. Con apenas 600 metros de altura, se eleva prácticamente 500 sobre ambos valles. Su ladera norte es muy pendiente cayendo casi a pico sobre Galdames, y cubierta de tupido bosque. La cara sur es más tendida, y el bosque de la misma está muy surcado por pistas forestales, caminos, senderos, que hacen que la orientación no sea muy fácil.

Como no tengo ganas ni de complicarme la vida, ni de conducir, me decido por este cercano macizo, y a las 8 y media ya estoy zascandileando en Güeñes, desde donde parte la ascensión más evidente.


Dejo el coche en el parking junto a la iglesia y empiezo a caminar por la BI-3602 dirección hacia Aranguren


A medio kilómetro, desvío hacia la derecha, muy evidente. A partir de aquí sigo la pista cementada


El curioso enclave del Palacio de las Brujas, del que he extraido las siguientes leyendas de internet ( http://www.elcorreo.com/vizcaya/20070805/vizcaya/historias-fantasmas-20070805.html):

"Una de aquellas historias de fantasmas tuvo como escenario el término municipal de Güeñes. Más en concreto el Palacio de los Amézaga. A tan misterioso lugar ya se refirió Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Vizcaya, como un «edificio grandioso, no concluido, que empezaron á edificar tres hermanos, nacidos en aquel punto, los cuales llegaron a ser generales en tiempo de Felipe V». Curiosa característica para un palacio esa de «no concluido». Extraño rasgo de singularidad que, a la postre, le ha otorgado todo el misterio y las leyendas que han surgido en el tiempo.

Se cuenta que mucho antes de edificarse el inconcluso palacio, existió una casa solariega residencia del señor de Amézaga, bravo soldado al servicio del rey por lo que lucía galones de capitán o privado del monarca. No era nueva esta distinción para un noble encartado, ya que se sabe que en el tiempo de los Reyes Católicos y Carlos V varios Amézaga se distinguieron también por su valor. Cierto día en que el citado Amézaga andaba por la Corte, lanzó una invitación al rey, Felipe V: «Allá en el encantador valle de Salcedón tiene su morada cuando guste Su Majestad».

La respuesta del monarca, en cambio, no estuvo cargada de agradecimiento: «No creo que ni en Güeñes ni en todos sus alrededores haya una casa que pueda albergar al Rey». Dolido en su orgullo, el bueno de Amézaga no tardó en iniciar las obras para transformar su casa en un palacio digno de todo un rey. Por desgracia, su muerte acaecida en Flandes detuvo el proyecto. Dicen que en una de las cláusulas de su testamento dejó escrito: «Ordeno y mando que el palacio en cuestión ni se concluya ni se venda». ¿Sería ésta la razón que explicaría la existencia de un palacio inacabado?

Curiosamente, a aquella original construcción vino a sumarse la superstición y el miedo. Cuenta otra leyenda que un hijo de los Amézaga murió a causa de una enfermedad contagiosa. Quiso el destino que las ropas del fallecido le fueran regaladas a una familia vecina que tenía un hijo de la misma edad que el de los Amézaga. En muy poco tiempo, la muerte se llevó al pequeño. La madre, desconsolada, perdió la razón y más de uno contó haber oído los gritos de angustia que daba la desgraciada al pasearse por las cercanías del palacio. Unos gemidos que se mantuvieron mucho tiempo después de morir la madre. ¿Fantasmas? ¿Historias de brujas? ¿Imaginaciones? Quién sabe.

El palacio de los Amézaga desafía a la lógica. Son tantas las leyendas, relatos, fantasías y hasta versiones diferentes sobre el mismo hecho que ha generado el misterioso lugar, que es casi imposible desentrañar su verdad completa. También se cuenta que todo comenzó gracias a la buena amistad que los Amézaga trabaron con el rey Felipe V durante la Guerra de Sucesión y cómo éste prometió visitarles en su casa solariega en agradecimiento por los servicios prestados.

De ahí que se empeñasen en la construcción de un palacio digno para el monarca. Sin embargo, las envidias de otros nobles tomaron la forma de un miserable jorobado que no dudó en acudir a un afamado judío de Balmaseda, hechicero para más señas, para que lanzara una maldición a los Amézaga y así no pudieran terminar su obra. A cambio, el jorobado vendió su alma al diablo que se la arrebató a orillas del mar, a los pies del monte Serantes. Y así, la maldición se cernió sobre el inconcluso palacio de los Amézaga. ¿Cierto? ¿Otra leyenda sin más? Posiblemente la imaginación y el tiempo construyeron historias alejadas de la razón, aunque muy cercanas a las emociones. Quizá, quién sabe, quede aún alguien que diga que desde el palacio de los Amézaga se oyen gemidos, pasos y gritos en las oscuras y frías noches de invierno.

Mal de ojo

Decía José María Martín de Retana que Güeñes y, sobre todo, Zalla eran lugares ricos en tradiciones supersticiosas, sucedidos de brujas y demás leyendas escalofriantes. De hecho, contaba cómo alrededor de la ermita de San Pedro Zariquete o Ad Víncula (encadenado), existió toda una curiosa peregrinación de gentes cuyo objetivo no era otro que quitarse la influencia de los malos espíritus. «Algunos -señaló Martín de Retana- van sembrando de sal, veneno activísimo para las brujas, la carretera». Y eran muchos los que pedían estampas del santo para colocarlas junto a los enfermos o en la puerta de las cuadras. La Iglesia, por su parte, nunca ha confirmado o desmentido nada de eso. Lo único que se sabe es que más de un sacerdote ha negado la estampita en cuestión al percibir que el único interés del supuesto peregrino era quitarse el mal de ojo.

Verdad o mentira, lo cierto es que muchas veces el pueblo elabora historias para explicar lo inexplicable y busca soluciones a males que escapan a su comprensión. Las brujas y los fantasmas ayudan a entender, aunque sea a través de escalofríos, lo que no se conoce y así nacen esos cuentos que a todos gusta escuchar porque a todos, de un modo u otro, nos gusta pasar miedo.


¿Historia? ¿Leyenda? ¿Floklore? Vaya usted a saber. La verdad que el palacio llama la atención, porque realmetne tiene la planta de una gran mansión, pero inacabada, y abandonada.....


Sigo por la pista, en dirección a Saratxaga, tras haber pasado por Ametzaga (junto al Palacio)


Como todas las encartaciones, toda la montaña está cubierta de un denso bosque, principalmente pinar, aunque en este tramo paso por un bonito robledal


Nubes sobre el valle de Salcedo


Vista hacia el este


Saratxaga


Hacia la izquierda sale un camino, que dando rodeo, creo que llevaría al mismo lugar, pero no me decido, y sigo por la pista.




Nuevo desvío. Podía haber cogido el camino del centro, no el de la derecha. Pero decido seguir por la misma pista.


Paso por el fondo del barranco, donde había una fuente


Y en este nuevo desvío, ahora sí, abandono la pista principal, y cojo la de la derecha.


Ermita de San Lorenzo


Curioso enclave





Sigo por la pista, hasta alcanzar el caserío Urrutia. Así se ve la ermita desde el mismo.



Detrás del caserío parte este nuevo camino




Hasta que llego a este nuevo cruce, desde donde ya diviso las antenas de Zipar.


Nuevamente paso por la cabecera de otro barranco


Y llego a la pista que sube hasta la misma cima de Zipar para el mantenimiento de sus antenas. El camino de subida sale a la izquierda.



Salgo a terreno abierto y ya solo que da continuar por la amplia loma herbosa hasta la cima.


ZIPAR (631 MTS). Son las 10 y 25. Evidentemente no he venido a ninguna carrera, me lo he tomado con muchísima calma (aparte de que en algún punto he tenido que retroceder porque me había colado).


Avión impulsado por un bruja; ¿tendrá algo que ver con las leyendas del palacio? ¿o con el amplio folklore respecto a la brujería que existe en las Encartaciones? Más bien creo que un curioso buzón sin más.


Torre de los Loizaga, que alberga  (o albergaba, ya no sé si se puede visitar), una extensa colección de Rolls Royce. Yo  la visité hace muchos años.


Cima de Zipar.


Bajo hacia el amplio collado (llanas de Ubieta), para buscar mi siguiente cima, Larrea.


Mirada atrás.


LARREA (632 MTS).  El punto más alto está algo más adelante en la cresta, y no donde se encuentra el vértice geodésico, que estaba en una zona más limpia y con mejor visibilidad.


El pico de la Cruz de los montes de Triano


La pendiente cara norte


Unos metros más arriba, VG y las antenas de Zipar al fondo


Para la bajada decido seguir por la amplia cresta hacia el SE. hay varios senderos que parten hacia la derecha.



Sendero que va bajando la amplísima cresta


Hacia adelante.



Aquí me lié bastante. Estaba empeñado en continuar por la cresta, pero no había forma. se cerraba de forma definitiva. Investigué por la cara norte. Imposible, demasiado tupido el bosque bajo. La cresta se cerraba de forma definitiva. De tal forma que decidí regresar, y coger el último de los desvíos hacia la derecha (¿el mejor? seguramente no, porque la bajada fue sumamente liosa.


A partir de aquí hay varios cruces de pista. Recuerdo este con claridad. En general, siempre el que baja. Y si bajaban los dos, yo trataba de llevar tendencia hacia la izquierda, porque no quería volver a la ermita.


Las pistas madereras son muy confusas, y muchas acaban en ninguna parte, así que cuando encuentro este sendero, me alivio, y creo que ya está.


Pero no. Aun quedaban un par de desvíos. en estos siempre coger el más evidente.



En estas casas sé que ya he llegado porque veo las primeras casas del barrio de Santa Marina (por donde quería bajar).




Ya solo me queda continuar por la pista que va a dar al parking (sin tener que andar el medio kilómetro de la mañana por la carretera.


Excursión sencilla, aunque las pistas me complicaron un poquito la existencia. Creo que de hacer circular lo mejor es en este sentido. El camino por Santa Marina es mucho menos evidente, y es mejor pillarlo de bajada, que no quemarte en la subida (al menos mi humilde opinión).

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